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jueves, 19 de diciembre de 2019

CALUMNIA, QUE ALGO QUEDA



 En un libro llamado El Philogelos, escrito en griego y considerado como la más antigua recopilación de chistes que se conserva, se cuenta que un peluquero preguntó a su cliente; ¿Cómo quiere que le corte el pelo? A lo que obtuvo como respuesta: en silencio. Algo parecido me ocurre con algunos medios de información. Distingo lo que hay en ellos de opinión, de margen para el debate y de pura narrativa, pero si me preguntaran como quiero recibir la información, contestaría con el mismo laconismo: verdadera. No me hago sin embargo muchas ilusiones. Es cierto que hoy la información llega a cualquier parte del mundo con una inmediatez casi simultánea; apenas ocurrido un suceso relevante en un pequeño pueblo, su noticia alcanza a todo el país en el mismo lapso de tiempo que antes necesitaba para alcanzar a los vecinos. Esta velocidad es digna de admiración, pero no es incompatible con el hecho de que estamos peor informados que nunca. Vivimos en la época que más rápido puede transmitir la verdad, pero desgraciadamente también vivimos en la época que menos cree en ella. En realidad, la velocidad de información en un mundo relativista es como la carrera del ratón sobre la rueda de su jaula.
 Cuando se trata de información, yo quisiera recibirla sin eufemismos, sin insinuaciones ni mensajes subliminales, sin estudiadas reticencias ni titulares equívocos. Pero acabo de enumerar precisamente los recursos más empleados por los medios de información en el arte de mentir legalmente. Porque gracias a éstas y otras astucias consiguen infiltrar la mentira sin mentir, es decir, presentar un hecho en forma de premisas ambiguas para que el lector saque la consecuencia equivocada, desarrollando la mentira que se encuentra in petto en el escrito.
 Es imposible tratar una a una las mentiras que los medios de información consiguen inocular en la gente. Ésta es una ventaja por su parte. Debido precisamente a su velocidad y profusión, es imposible desmentir y aclarar todas las informaciones falsas que pasan a circulación. Ellos tienen la velocidad (el tiempo) y la difusión (el espacio), y por tanto quienes quieran defender a la verdad de todos los ataques que recibe se encuentran en una terrible desventaja.
  Aceptada esta verdad, pero por otra parte no resignándome a ella, me he propuesto exponer un modelo que sirva de paradigma y que de alguna manera pueda ser extensible a otros casos. A los jóvenes que comienzan a interesarse por conocer la verdad y que desean evitar esas trampas de la información, les pondría como ejemplo una noticia sobre San Juan Pablo II que circuló hace algunos años y que, por la memoria de Internet, todavía sigue engañando a nuevos incautos. La noticia tiene su origen en el medio de comunicación BBC, que la titula de esta manera: «cartas secretas revelan la intensa amistad de Juan Pablo II con una mujer casada». El titular nos obliga a detenernos desde un principio antes de pasar más adelante, ya que es una obra maestra en su tipo. En primer lugar cabría puntualizar que las cartas, por definición, son privadas y secretas, por cuanto se dirigen a un particular. En los casos excepcionales en que una carta no se dirige a una sola persona, sino a cualquiera que quiera leerla, se le añade el adjetivo abierta, prueba suficiente de que sin esta aclaración se sobreentiende que no lo es. Podríamos pensar que nos encontramos con una simple tautología sin mala intención, un despiste del autor del titular, pero la serie de equívocos que le siguen no nos permite pensar en nada que tenga que ver con la suerte y la inocencia. Una vez ha llamado la atención con esta palabra que hace sospechar de un secreto comprometedor, se nos dice que las cartas revelan una "intensa amistad". Estas dos palabras son de por sí ambiguas cuando se unen, y pueden definir una amplia variedad de relaciones, pero el autor del titular se encarga de añadirle unas comillas para inclinar la imaginación del lector hacia un lugar que no puede declarar abiertamente. Las comillas son algo así como los puntales de la prensa sensacionalista; sin ellas muchos periódicos se vendrían abajo en un instante y muchos de los articulistas que firman esta clase de noticias tendrían que trabajar honradamente. Ese simple signo ortográfico exonera al periódico de cualquier acusación de falsedad, pues con ellas indican que la frase no es exacta, pero ocultando en qué sentido. Se beneficia claramente de lo que me parece un axioma del periodismo moderno, y que se podría formular así: en una frase intencionadamente ambigua, la interpretación más morbosa será siempre la más creída.
 Para culminar el titular, se nos avisa de que esas cartas secretas que revelan una "intensa amistad" están dirigidas a una mujer casada. No es suficiente con insinuar que un Papa mantenía algún tipo de relación ilegítima con una mujer, sino que debe añadirse además su estado civil para ahondar el escándalo. De esta manera tenemos en un solo titular tres palabras clave que llevan a la imaginación, como de pista en pista (secretas-intensa-casada), a leer lo que el autor del escrito no ha querido decir.
 Si me he ocupado en analizar con algún detenimiento este titular, es por la importancia que siempre, pero hoy en día todavía más, han tenido esos enunciados que encabezan las noticias e informaciones. Según una fuente, el 57,8 % de los lectores de medios digitales tan sólo lee los titulares. Es decir, que más de la mitad de los lectores que hayan leído este titular sobre San Juan Pablo II no habrá leído la información completa. De aquí se deduce la eficacia de unas palabras tan propensas a crear confusión, tan desconcertantes, y un uso tan esmerado de la anfibología. Lo que ha ocurrido es que se ha creado un error líquido, que se escurre entre las manos de la ley, pero que al llegar al lector cuaja y toma toda su cualidad maciza.
  Por suerte ni el escritor más virtuoso sería capaz de mantener esa tensión técnica a la hora de pasar a la prosa. Allí esa estudiada inexactitud del titular desaparece a fuerza de extenderse, y punto por punto se va desmintiendo lo que se nos había insinuado.
 Descubrimos en primer lugar que las cartas, que habían definido como secretas, envolviéndolas en un halo de misterio y confidencialidad, estaban en realidad archivadas en la Biblioteca Nacional de Polonia. Cuando ya habíamos imaginado que alguno de sus periodistas se había infiltrado en el Vaticano, burlando la seguridad cual protagonista de una película de Hollywood, nos defraudan con la realidad fría y burocrática de una Biblioteca Nacional. Al parecer, el hecho de que las cartas fueran privadas o secretas se reduce al hecho de que no se pegaron en los postes del país cual anuncios sobre perros perdidos. En cuanto a la intensidad de la amistad, el propio medio deja claro, para el 42,2 % que haya leído más allá del titular, que en ningún momento se pone en duda que el Papa rompiera su celibato. En ningún momento aclaran cuál es entonces la razón del entrecomillado en la ambigua definición de su amistad. Nueva decepción. En tercer lugar, descubrimos por otros medios que efectivamente la mujer estaba casada, pero que la mayoría de las veces en las que el aún por entonces Karol Wojtyla y ella se encontraban u organizaban una excursión, acudían también su marido y sus hijos. Lo que hace un momento tenía todos los ingredientes para una relación oscura y corrupta, se convierte en una estampa familiar envuelta en inocencia y espontaneidad. Tercer desengaño en muy poco tiempo. El medio, sin embargo, se encarga de adornar la información con fotografías en las que sólo aparecen el Papa y ella, dejando fuera por casualidad aquéllas otras fotografías en que aparecen los hijos y el marido. Estas fotografías son refuerzos visuales de la insinuación del titular, y están dirigidas sin duda a ese porcentaje de lectores que no leerán la información.
 Los principales medios españoles se hicieron eco de la noticia, por lo general manteniendo la fórmula de la fuente, es decir, con una insinuación inicial seguida de un mentís. El periódico El País, en una de sus referencias digitales a la noticia de la BBC, habla de las fotos de Juan Pablo II con su "amiga secreta", limitándose a dejar a continuación las fotos en cuestión, sin información adicional. No existía persona cercana a San Juan Pablo II que no conociera esta amistad, como se le conocían tantas otras, y jamás hubo intento de ocultar algo tan natural y evidente. No sabemos, entonces, a qué se refiere con eso de "amiga secreta", a no ser que el hecho de que un hombre se vaya de excursión con una mujer, su marido y sus hijos lo considere dentro de la definición. Por su parte, El Confidencial habla de unas cartas que revelan el amor platónico de Juan Pablo II, informándonos de sus encuentros y evitando hablar en ningún momento de la compañía familiar, pero detallando por el contrario todas las especulaciones más maliciosas. Otros diarios como La Vanguardia recurren a otro recurso muy solvente, preguntando directamente en su titular si Juan Pablo II estuvo enamorado de una mujer casada, guardándose bien de decir «sí», pero insinuando en todo momento, a través de un selectivo resumen de la información, de que esa debería ser la respuesta. 
 Algunos meses después el director de la Biblioteca Nacional de Polonia, Tomasz Makowski, que había leído las cartas, llamó a la noticia de la BBC "broma de San Valentín", mostraba su sorpresa ante la mala fe del medio, y apuntaba que si hubiera habido algo que comprometiera al Papa, la SB, policía secreta de Polonia durante el régimen comunista, lo hubiera descubierto y usado en su contra. Por otro lado, Carl Bernstein, uno de los periodistas que destapó el caso Watergate, y poco sospechoso por lo tanto de ocultar información comprometedora y polémica, declaró que no había en la relación nada ilícito.
 Quien tenga algún interés en leer las cartas con la esperanza de encontrar en ellas indicios del escándalo, se verá muy defraudado. En su gran mayoría tratan de temas filosóficos e intelectuales, y las muestras de afecto se reducen a fórmulas amistosas que el Papa empleaba con todos sus amigos. La mujer en cuestión, Anna-Teresa Tymienniecka, era una filósofa polaca. La relación epistolar había comenzado en 1973 con el interés de ella hacia un importante libro de filosofía, Persona y acción, que el por entonces todavía Cardenal Wojtyla había escrito y que más tarde ella misma editaría en inglés en su versión definitiva, con la colaboración del futuro Papa. Esto dio origen a la amistad, que se extendió a toda la familia. Entre otros encuentros entre familiares y amigos, siendo cardenal pasó unas vacaciones con ella y su marido en Vermont; el propio marido, el economista Hendrik S. Houthakker, le prestaba la ropa de baño para nadar en la piscina. Más tarde sería nombrado caballero papal por los consejos y asesoramiento que le proporcionó sobre economía.
 Aquí está en compendio el estilo y la práctica que se usa hoy en día. Siempre viene bien tener como referencia un prototipo y juzgar de lo demás por su parecido. Creo que no hay noticia sensacionalista, amarilla o sesgada, que no utilice alguno de estos procedimientos, por lo que no es mala opción sospechar preventivamente cuando se descubren algunos de ellos.
 La información hoy en día es muy rápida, sí, pero de poco sirve si el tiempo que nos ahorra para llegar hasta nosotros lo gastamos en desentrañar cuánto hay en ella de verdad. Ha llegado el momento en que hay que elegir entre estar bien informado de pocas cosas o estar mal informado de muchas. Se trata de leer cien titulares o leer un artículo y contrastar su información, no hay otra alternativa; la mayoría de medios lo saben, y conociendo que las personas se inclinan por lo general
más hacia la primera, ponen todo su esmero en su confección.
 De la misma manera que el desmedido poder de las farmacéuticas ha invertido en ocasiones el orden lógico de su cometido original, llegando a crear enfermedades para provocar la demanda del remedio, así los medios de información han llegado a crear noticias para publicarlas, en vez de esperar a que llegaran por sí solas. Algo parecido le debió pasar al cliente del chiste que mencioné al comienzo. Seguramente había observado ya (hablamos de antes del siglo IV) que los peluqueros se habían convertido cada vez más en oradores o monologuistas, y sin ánimo de ofender al gremio, parece que es ya milenaria cierta corriente de desconfianza hacia el hecho de asistir por sorpresa y bajo instrumentos afilados a una conferencia improvisada. Se trata de conceder a cada oficio su espacio y su valor, de respetar un orden, y estoy seguro que el cliente del chiste hubiera reaccionado con la misma indignación si el mismo Cicerón se hubiera empeñado en cortarle el pelo. Así también nos ocurre a muchos. Creemos muchas veces recibir a un periodista, pero nos encontramos con un trilero.